Esto no tiene que ver con nada, pero es bueno para reír.
Desde el escritorio de George Barnard – 9 de abril de 2015.

Esto sucedió hace muchos años, durante la época en que Tamara Chelsey y yo nos dedicamos a la hipnosis clínica (ética) – hipno-terapia es el término apropiado. Uno de nuestros ocho estudiantes era un joven llamado Luigi, un recién llegado de Italia a la Tierra de Oz.

Luigi hablaba muy alto, era difícil entenderlo pues parecía haber asesinado al idioma Inglés. Y en ese momento, cuando había completado apenas cuatro de las primeras 12 lecciones, decidió que lo sabía todo. ¿Qué clase de terapeuta sería en el futuro? Me aterraba la perspectiva de guiarlo semana tras semana. Con un letrero sobre la puerta y un anuncio en el periódico local, pensó que estaba listo para cualquier cosa.

Ya que vivía en un sector bastante latino de la ciudad, y que tenía un nombre como Luigi, no pasó mucho tiempo para que su primer paciente tocara el timbre. Entró Tony, un joven enfermizo que durante años había visitado a muchos médicos, psicólogos e incluso algún psiquiatra extraño. Nadie había encontrado respuesta para lo que aquejaba al compatriota de Luigi.

Luigi requirió varios intentos para hipnotizar a Tony. Finalmente, el paciente mostró los reveladores signos del movimiento rápido del ojo detrás de sus párpados cerrados. ¿Qué hacer ahora? Luigi no lo sabía. En ese momento todavía no habían comenzado sus lecciones de terapias específicas. Las terapias vendrían muchos meses después. Tal vez su paciente comenzaría a hablar. Tal vez. Tal vez no. Luigi esperó, y esperó, y esperó un poco más, pero Tony no decía nada.

Finalmente, Luigi no pudo soportarlo más y gritó a su paciente: “¿Qué &%44&# demonios pasa contigo?”

Por favor, no intenten esto en casa.

Conmocionado y sorprendido, Tony abrió los ojos y murmuró: “¡Soy alérgico a los almidones.” Problema resuelto, pero qué manera de hacerlo. Ahora teníamos a un italiano alérgico a los almidones. No más espaguetis, no más pasta. ¿Qué más queda?

Sin embargo, nos enseñó la valiosa lección de que en el fondo sabemos exactamente qué está mal con nosotros. Y enseñó al orgulloso y demasiado confiado Luigi a estudiar su larga, larga lista de terapias.

Todo esto es recordado bastante bien. Oh sí.

Y esto solo es un pequeño pensamiento de George Barnard.

Traducido por Perla Téllez Garza.

© Grupo de Progreso 11:11.
Mi regalo para ti es que tú estés a mi servicio — Cristo Miguel.

http://1111angels.com Tienda 11:11